Por Alicia Stolkiner
Los que intentamos trabajar y /o investigar en campos de problematización del saber como son Salud y Educación hemos visto aparecer en nuestro discurso y en los referentes conceptuales el término interdisciplina y, últimamente, el deslizamiento hacia la transdisciplina. Para algunos, la inclusión de estos términos se transforma en un requisito formal que una vez cubierto con la constitución de un “equipo” de especialistas diversos permite permanecer en la comodidad (o no) de la propia teoría. Para otros, aquellos que aman el orden de la pureza doctrinaria, los términos mencionados son sinónimo de eclecticismo, de Torre de Babel bien intencionada pero insostenible.
Pocos aceptan que se trata de formas parciales de prefiguración que va de la Ciencia poseedora de un objeto y un método, a los Campos conceptuales articulados en prácticas sociales alrededor de situaciones problemáticas.
En nuestra opinión, la interdisciplinariedad y las distintas vertientes que apuntan lo transdisciplinario son emergentes de un momento en el cual los paradigmas positivistas de las ciencias se fisuran, pero las alternativas aparecen en forma marginal, fragmentaria, utópica (como toda prefiguración).
Cuestionar nuestro modelo de Ciencia es cuestionar nuestro modelo de vida. Es cuestionar la posibilidad de la existencia de un Saber Racional (con mayúsculas) pre construido a la acción, neutro, desprovisto d ideología y de mitos, reverenciable, desapasionado. La ciencia se equivoca, por lo menos, tantas veces como el saber común, dice Feyerabend. Con esta sencilla frase dispara al corazón de uno de los mitos en los cuales se ha sostenido nuestra cultura: el mito del Progreso fundado en la Ciencia Positiva. Aquel que nos prometió el bienestar a cambio de aceptar mansamente que el saber es una cuestión de especialistas, de técnicos. Creemos necesario señalar que el positivismo nos legó explícitamente una propuesta de Sociedad en la cual se le asigna a la Ciencia el lugar de Razón de Poder. A una Ciencia Positiva, que conjuntamente con su nacimiento construyó sus objetivos y delimitó sus fronteras. En ese proceso se velaron los determinantes de sus orígenes. Valga el ejemplo de la antropología, nacida ante las necesidades de dominación imperial, frente a pueblos a los que rápidamente hubo de llamarse primitivos.
Solemos titular el “fetichismo de las disciplinas” al carácter “natural” con que se nos aparecen. Esto se manifiesta en su forma más clara en las ciencias llamadas “naturales”, que parecen ostentar una inobjetable referencia real en el recorte de su objeto. Sin embargo, a poco de adentrarse en ellas, se las descubre en el mismo nivel de incertidumbre que las ciencias llamadas humanas o sociales. Valga al respecto el enigma que para la Biología sigue siendo aquello de lo cual se ocupa: la vida las tormentosas polémicas de la física actual acerca, justamente, de la materia. Toda ciencia es, obviamente una construcción social y humana. No se debe confundir la capacidad de producir efectos esperables con la confirmación de la Verdad.
Hay disciplinas, sin embargo, que bosquejan otras posibilidades. El sujeto y el objeto del conocimiento se construyen en la acción, sostiene el constructivismo, se llega a lo concreto por el camino de lo abstracto, invierte el materialismo dialéctico; y el psicoanálisis termina afirmando que pienso allí donde no soy. Bachelard titula la Filosofía el No aquello que se define por lo que no es. Nos place, a veces, hablar de pensamientos o prácticas no- positivistas, sin que esto signifique plantearse homogeneidades inexistentes.
Hay que ser capaz de cuestionar la existencia misma de las disciplinas tal cual aparecen. Cuestionar no significa negar, se trata de no dar por natural e inmutable una categorización de las Ciencias que surgió ante una demanda social determinada y, quizá, es inútil para otra.
La interdisciplina nace, para ser exactos, de la incontrolable indisciplina de los problemas que se nos presentan actualmente. De la dificultad de encasillarlos. Los problemas no se presentan como objetos, sino como demandas complejas y difusas que dan lugar a prácticas sociales inervadas de contradicciones e imbricadas con cuerpos conceptuales diversos. Tal es el caso de Salud o Educación, abordadas además en este caleidoscópico territorio cultural de América Latina.
Por último sostenemos la necesidad de ser indisciplinado frente a las disciplina. Toda relación con una teoría es pasional, podemos someternos a ella, refugiarnos en ella, o hacerla trabajar, desafiarla.
Creemos que hoy sólo se puede desarrollar la ciencia (con minúscula) con una actitud irrelevante ante la Ciencia (con mayúscula).La irrelevancia no es el rechazo o la negación, es simplemente el no reverenciar.
viernes, 5 de junio de 2009
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